No te tragues la pena, porque no estamos muertos
Tengo miedo que se rompa la esperanza
Que la libertad se quede sin alas
Tengo miedo que haya un día sin mañana
Tengo miedo de que el miedo te eche un pulso y pueda más
No te rindas, no te sientes a esperar
Si robaran el mapa del país de los sueños
Siempre queda el camino que te late por dentro
Si te caes, te levantas
Sólo pueden contigo si te acabas rindiendo Si disparan por fuera y te matan por dentro
Llegaremos a tiempo.

Tantas cosas se dijeron a modo de consuelo… Que te fuiste física pero no ideológicamente, que fuiste un hombre de primera, que amabas y dabas todo por el pueblo, que siempre luchaste por él, que tu gobierno fue el mejor después del de Perón, que nos sacaste de la peor crisis vivida en la Argentina durante la historia reciente, que ¿por qué te llevaron a vos y no a Magnetto o a alguno de los tantos otros hijos de puta que hicieron mierda el país y que lo siguen intentando? (Éso nadie lo va a entender. Pero a las personas indispensables para la gran masa del pueblo el de arriba se las lleva temprano, como a Evita o a Lady Diana) Y todo lo dicho es verdad, y el miércoles y ayer en la Plaza me alentó ver a tanta gente con mi mismo pensamiento. Ahora me asomo por la ventana y veo columnas de gente invadiendo las calles para acompañar. Eso también alienta, pero… ¿Y vos? ¿A dónde te llevaron? ¿Qué sentiste? ¿Alguna vez llegaste a asumir de qué manera cambiaste la historia Argentina? Porque ningún otro gobierno, luego del del General, motivó y politizó tanto a la juventud. Y ella es el futuro del país.
Ahora simplemente te quiero agradecer, y pedirte que no nos abandones: vos sos nuestro motor, y a pesar de tu ausencia física, confío en que no nos vas a abandonar ni a Cristina, que tantas fuerzas necesita, ni al pueblo, para que nunca pierda las esperanzas que vos mismo le diste. Jamás te voy a despedir, porque sé que seguís ahí.
¡Hasta la victoria, siempre!
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