Se llamaba Soledad y estaba sola. como un puerto maltratado por las olas, coleccionaba mariposas tristes, direcciones de calles que no existen. pero tuvo el antojo de jugar, hacer una excepción. y primero nos fuimos a bailar, y en mitad de un te quiero me olvidó.
Esperanza no tenía más que el nombre, la que no esperaba nada de los hombres. coleccionaba amores desgraciados, soldaditos de plomo mutilados. pero quiso una noche comprobar para qué sirve un corazón, y prendió un cigarrillo (y otro mas). como toda esperanza, se esfumó.
Por eso, cuando el tiempo hace resumen y los sueños parecen pesadillas, regresa aquel perfume de fotos amarillas.
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